Hay cosas que incomodan. No es fácil hablar de ellas y –para muchos- no es fácil escucharlas. Lo privado encierra muchas de las cosas de las que no hablamos; pensamos que es mejor no meterse en ese terreno, al que seguimos pensando como instancia de ocio, satisfacción personal, amor, sexualidad y cuidado. Sin embargo, lo que sucede en casa no se agota en lo que cuentan las novelas de amor. Hay historias que siguen otra trama, y sobre ellas escribimos:
Entre 1997 y 2003 fueron asesinadas 1284 mujeres sólo en la provincia de Buenos Aires[i]. Es notorio que en un contexto en el que se recrea diariamente un supuesto aumento de la inseguridad, 212 de estas muertes se produjeron en situación de robo, pero más de mil (el 70%) sucedieron en la -también supuesta- tranquilidad del hogar. Para esas mujeres, la inseguridad estaba en casa. De acuerdo al informe de la Asociación Civil Casa del Encuentro, en todo el país, y sólo en 2009, se registraron 231 muertes de mujeres por parte de varones. Del total, 163 se produjeron dentro de relaciones personales, y 19 fueron provocados por vecinos y conocidos de las víctimas[ii].
Los trapos sucios se lavan en casa
Los debates políticos no suelen digerir fácilmente lo que sucede puertas adentro, porque lo consideran irrelevante, o porque en muchas ocasiones contradice el mito de los ideales familiares, entre otros, el amor conyugal heterosexual. Todavía hay resistencias para reconocer que lo privado no necesariamente se configura a partir de la afectividad, que hay conflictos, y que en demasiadas ocasiones hay violencia e incluso muerte. La fórmula feminista “lo personal es político” va en este sentido, busca visibilizar las relaciones de poder en el aparentemente aséptico ámbito privado e insta a construir un discurso político. El Estado, en sus leyes, no suele reconocer aquella fórmula: hasta hace unas pocas semanas, antes de la reglamentación de la ley de Protección Integral a las Mujeres (Ley 26.485), la violación sexual en el matrimonio, por ejemplo, era para el Estado una imposibilidad: el sexo era un “deber conyugal” de las mujeres para con los varones.
Cuando la violencia es reconocida, suele entrar en un discurso morboso y sensacionalista, desplazando el carácter eminentemente social de la violencia contra las mujeres. ¿Cómo entender sino la insistencia periodística con la idea del crimen pasional? La “pasión” convierte a la muerte de una mujer por parte de su pareja en una excepcionalidad, una desviación de la norma, cuando en verdad la normalidad para las mujeres asesinadas es la violencia. En efecto, la mayoría suele registrar denuncias policiales o judiciales, lo que da cuenta de la normalidad de la violencia, no de su excepcionalidad en el momento del asesinato. En segundo lugar, la pasión –como opuesta a la razón- atribuye el motivo de la violencia a cierta irracionalidad, volviéndola ininteligible y en objeto imposible de debate político. Por último, el crimen pasional esconde la dirección de la violencia, que es infringida por el varón heterosexual hacia su pareja.
La maté porque era mía
La excepcionalidad y la irracionalidad se convierten en justificaciones de las prácticas violentas, incluso en instancias judiciales, a través de la figura de la “emoción violenta”. Hace algunos años, un juez de Santiago del Estero consideró que un hombre había matado a su mujer en un cuadro de emoción violenta producido por el hecho de que la mujer hacía 3 meses que no le hacía la comida ni le planchaba la ropa[iii]. La figura de emoción violenta tiene un uso discrecional en la justicia; basta recordar el caso de Romina Tejerina, condenada a 14 años de prisión por “asesinato agravado por el vínculo”, en el que en ningún momento se tuvo en cuenta la violación sexual que había sido la causa de su embarazo.
Si no es irracionalidad, ¿cuál es el motivo por el cual estos varones matan a sus parejas? Una hipótesis fuerte planteada por el feminismo es que los motivos subjetivos suelen estar relacionados con el temor de estos hombres a perder su acceso sexual exclusivo hacia la mujer, o cuando ven amenazada su posición dominante al interior de la pareja. Por esta razón, las muertes se producen en general cuando las mujeres deciden terminar la relación, o cuando los hombres sospechan infidelidad.
En estos casos, la violencia previa a la muerte es un modo a través del cual las mujeres son disciplinadas a ‘volver’ a una posición de subordinación que no amenace el status quo de género en la pareja. Es una violencia profundamente conservadora, ya que se basa en una prerrogativa de soberanía sobre las mujeres que funciona para reproducir una situación opresiva. Cuando se llega al asesinato, éste se convierte en un mensaje disciplinador para todas las mujeres.
¡Femicidios!
Femicidio es el concepto que el movimiento feminista se ha dado para dar cuenta de la violencia contra las mujeres en su expresión más cruel. Es una forma de dar inteligibilidad a determinadas muertes de mujeres, una lectura que busca hacer entrar en el debate político una realidad social tolerada e invisibilizada. El femicidio no refiere al asesinato de una mujer sino a su asesinato por el hecho de ser mujer. ¿Qué quiere decir esto? Aunque se lo expresa bajo la forma de una tautología, lo que indica es que el factor explicativo de la violencia y –en el caso del femicidio- de la muerte, es el género como relación de poder. No el instinto, ni la irracionalidad, ni la desviación, sino la persistencia y la “normalidad” de relaciones desiguales que son socialmente estructurales, y que se manifiestan en las propias relaciones personales.
Los femicidios y la violencia hacia las mujeres por parte de sus parejas o ex-parejas, no son únicamente una consecuencia de la opresión de género, son el medio mismo a través del cual aquél se reproduce y articula a una escala mayor. Constituyen un mensaje que al mismo tiempo notifica y asegura la falta de autonomía de las mujeres. Y si, con otra tautología, el movimiento feminista dice reclamando “mi cuerpo es mío”, es porque cada dos días (que una mujer es asesinada) se nos desmiente.
Las mujeres como territorio
Aunque la violencia contra las mujeres es continua, tiende a recrudecer en contextos de guerra, conflicto armado, o en zonas de fuerte presencia del crimen organizado (trata, narcotráfico y armas).
En América Latina este tipo de femicidios han ido en aumento desde la década del ’90. Poseen varias características comunes: en primer lugar, gran parte de las mujeres asesinadas en los contextos mencionados son torturadas y mutiladas –especialmente en sus genitales y senos-. La segunda característica común es la impunidad persistente. A los asesinatos deben sumarse, en toda Latinoamérica, las miles de mujeres desaparecidas.
En Guatemala, el número de femicidios entre el 2000 y el 2008 suman un total de 3774. A diferencia de otros países centroamericanos, como Nicaragua o El Salvador, las mujeres mueren principalmente a causa de la violencia armada y en menor número a manos de sus parejas o ex parejas.
En Ciudad Juárez, ciudad de México, hay un total de 527 mujeres asesinadas y desaparecidas desde 1992/3. Todos y cada uno de estos asesinatos permanecen impunes.
En Honduras, en los primeros días del golpe de Estado, los femicidios aumentaron en un 60 por ciento. Existen indicios de que han ocurrido asesinatos colectivos en algunas poblaciones.
En Colombia, en un año, 363 mujeres murieron por la violencia armada. 277 fueron asesinadas por ejecuciones extra judiciales, y 27 constituyen casos de desaparición forzada[i].
La mayor cantidad de víctimas se da entre mujeres jóvenes y mujeres indígenas. Éstas son consideradas un medio a través del cual herir al bando enemigo, de modo que sus cuerpos son convertidos en una extensión del territorio en disputa. El sufrimiento de las mujeres queda así desdibujado en el contexto general de violencia, no tienen nombre, no conocemos sus vidas, no tienen justicia…
¡Ni una mujer menos, ni una muerta más!
Florencia Rodríguez - Irreverentes!
Nota publicada en Revista La Minga - No. 2; Sep/Oct 2010. Para conseguirla buscá la mesa de SL en filo o sociales.
[i] Fuente: Banco de Datos de Feminicidio, América Latina y el Caribe, Isis Internacional, http://www.isis.cl/
[i] Centro de Encuentros Cultura y Mujer, Femicidios e Impunidad, Cecym, 2005.
[ii] Informe de Investigación de la Asociación Civil Casa del Encuentro, Femicidios en Argentina. 2009, http://www.lacasadelencuentro.com.ar/descargas/femicidios-completo2009.pdf
[iii] Marta Dillon, “El relato del crimen pasional monta una escena pornográfica”, Página 12, Diálogos, 20 de febrero de 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejá comentarios, preguntas, críticas y propuestas... o mandanos un mail a espaciofeministairreverente@gmail.com