El lunes 29 de marzo de este año fue asesinada Silvia Suppo, quien fuera secuestrada y torturada durante la última dictadura militar y quien actuó como testigo en la causa del ex-juez Brusa por crímenes de lesa humanidad. Rápidamente, la policía encaminó la investigación hacia un posible robo y detuvo a dos jóvenes, quienes confesaron ser responsables y desmintieron la posibilidad de que hayan otras personas detrás del asesinato. Sin embargo, sus familiares, abogados y diversos organismos de derechos humanos reclaman no descartar la posibilidad de que Silvia haya sido asesinada por ser una testigo clave en las causas por delitos de lesa humanidad. La cercanía con el 24 de marzo, sumado al clima que algunos personajes pretenden instalar con declaraciones de reconciliación sin justicia, son elementos suficientes para hacernos dudar.
El antecedente de la desaparición de Julio López nos pone en alerta, porque sabemos que a pesar de los avances en los juicios a los genocidas, todavía la mayoría de ellos están en las calles y actúan… las amenazas e intimidaciones a los/as testigos y la propia desaparición de López lo demuestra. La herencia del genocidio no queda sólo en la falta de justicia sino también en la persistencia de las prácticas represivas que siguen desapareciendo mujeres y pibes en los barrios.
Silvia Suppo, entre otras mujeres querellantes y testigos, han denunciado que como parte de la tortura a la que eran sometidas, las violaciones y abusos sexuales eran cotidianos. Y en esto la frase ‘el cuerpo femenino es un campo de batalla’ se hizo carne en las formas más brutales y deshumanizantes. A pesar de la cotidianeidad de esas prácticas, en la reproducción de los testimonios de sobrevivientes han desaparecido o al menos se han desplazado como algo secundario. Y en los juicios, se desestima la posibilidad de encuadrar la violencia sexual como delito de lesa humanidad, aun cuando el instrumento jurídico que se utiliza para juzgar a los represores (el Estatuto de Roma) es el mismo que afirma que la violencia sexual es un crimen de lesa humanidad cuando está enmarcado en un plan sistemático de aniquilamiento. El juez que actuó en la causa contra Santiago Omar Riveros, Juan Yalj, tras escuchar los testimonios de las mujeres sobrevivientes en relación a la violencia sexual que habían sufrido, decidió no considerarla por entender que los abusos sexuales eran ‘eventuales’.
Cuando parece que se ha dicho todo, comienza a visibilizarse cómo, en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, el género funcionaba como norma implacable entre un aparato represivo patriarcal y ‘masculinizado’ y detenidos-cuerpos feminizados a partir de su posición de extrema vulnerabilidad. Porque para los genocidas las mujeres eran ‘putas’ y los varones ‘maricas’; porque a pesar de que las mujeres pudieran haber sufrido con mayor periodicidad la violencia sexual, también los hombres sufrieron ese arrasamiento; porque la violencia sexual no es solo la violación sino también el uso de la picana en determinadas zonas del cuerpo y la desnudez permanente.
Para los represores, no solo la movilización social se había desbordado, los géneros también, y por eso parte del plan sistemático de represión y aniquilamiento fue la restauración de un orden social de género que se había desquiciado: mujeres militantes, mujeres que se apartaban del rol doméstico, mujeres solteras, mujeres sin tutelaje masculino, mujeres (abuelas y madres) en las plazas…
La violencia sexual es hoy cotidiana para muchas mujeres y lo era antes del genocidio, pero una marca tan grande para todas/os como fue la represión sistemática, la desaparición y la tortura no puede dejar de ser interrogada sobre TODAS las violencias.
Juicio y Castigo para los genocidas, por los crímenes de ayer, que se siguen repitiendo una y otra vez en la impunidad!
Memoria crítica y permanente, por lo que se olvida, desaparece e invisibiliza!
Esclarecimiento del asesinato de Silvia Suppo!
Aparición con vida de Julio López y todxs lxs desaparecidxs en democracia!
Estudiantes, graduadas de la UBA y militantes feministas nos agrupamos para cuestionar -en las aulas,en las calles,en las casas y en las camas- cómo pensamos, actuamos, hablamos y militamos. Desde un feminismo provocador, ni cerrado sobre sí mismo, ni como “parte”,“área” o lucha secundaria a otras,sino como política necesaria de las luchas por un tiempo y lugar sin opresiones de género, clase y raza. Porque sin mujeres y sin lucha feminista no hay revoluciones posibles: ayer y hoy, irreverentes!
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Muy buen artículo compañeras! Victoria
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