¡Qué enorme fiesta es el Mundial de fútbol! Y que festín para el mercado mundial. La pasión y la locura del hincha hipnotizadas frente a la pantalla grande de los medios de comunicación y el marketing. La tediosa propaganda ideológica que acompaña a los mundiales es la evidencia de que todos y cada uno está pretendiendo hacer negocio con la maravillosa oportunidad. Espectamos una insoportable promoción y manipulación del consumo. A toda hora, llevate la “promo mundial”.
En la pasión por el mundial se reproducen también las peores miserias de las grandes mayorías consumidoras. Después de todo, a algún público ávido de productos está destinada la enorme inversión empresarial. Hay incluso una apuesta importante al desarrollo de cierto tipo de identidad futbolera. Todo lo cual se monta sobre el histórico ejercicio del juego y la identidad lúdica de nuestras relaciones. En nuestro país, destacado participante del campeonato, el fútbol es la cultura construida desde las contradicciones y las tradiciones, en su más amplio sentido del término. En el entretenimiento y el juego se expresan, de este modo, todas las desigualdades que atraviesan a la sociedad. Y se sostiene un gran negocio, claro está. La cultura argentina del fútbol es marcadamente misógina y patriarcal. Esto en cuanto a lo masculino, ya que podríamos agregar también las expresiones de violencia racial que se producen continuamente. Enterradas en nuestro sentido común y forjadoras de identidad. Ser macho es ser fanático del “fútbol y las mujeres”. Y si no te gusta jugar al fútbol serás un maricón, porque al que no le gusta el fútbol tampoco le gustan las minas.
La cámara enfoca a Maradona devolviendo una pelota, e inmediatamente se detiene unos cuantos minutos para observar a alguna mujer en la platea. O bien se presenta al Bambino Veira como el ídolo bien argentino, olvidando que es un violador. Quizá este hecho le da una cuota mayor de picardía. ¿Y el holandés Van Persie también acusado de violación? ¿Y los insoportables entuertos y chimentos de las vedettes-novias de futbolistas? ¿Qué somos las mujeres para la industria del futbol?
Pero hay más. Los actores económicos del mercado ofrecen todo tipo de mercancías. La fiesta del mundial organiza un enorme banquete a sus millones de clientes. La magia del fútbol, entonces, se convierte en la pesadilla de la prostitución. En la oscuridad del mundial miles de mujeres y niños son esclavizados sexualmente para consumo del caudal turístico. Las mafias proxenetas gobiernan este negocio, el segundo más lucrativo globalmente, que no sólo opera en la dudosa ilegalidad que proporciona la vista gorda estatal (llegando incluso a la participación activa), sino que además trafica a millones de mujeres y niños anualmente con absoluta impunidad. Explotadas sexualmente por los proxenetas, pero explotadas también por sus clientes. Violentadas y objetualizadas como mercancía para su usufructo.
La otra cara del mundial son las 300 chicas que eran llevadas diariamente a Mozambique con rumbo a Sudáfrica, meses antes de que comience el torneo. Probablemente no nos hayamos enterado, y no casualmente hay cierta información que ignoramos. ¿Por qué que la FIFA , junto con otras organizaciones, asociaciones e instituciones diversas, buscaron legalizar la prostitución en Sudáfrica? ¿Por qué piensan que legalizar la prostitución es el remedio contra el sida? ¿Por qué no se les ocurre que es al revés, y que una mujer en situación de prostitución está expuesta a todo tipo de riesgos (el 45% de los portadores de HIV son víctimas de la prostitución)? ¿Pretenden legalizar también a las niñas, que son un 25% del total, reconociendo así a sus verdugos como legítimos empresarios? Argumentan que con la legalización hay garantía de protección frente al contagio masivo del virus, o al menos es lo que afirman para tranquilizar a los consumidores. No vaya a ser que se les moje el asado.
¡Qué fiesta de pesadilla! La esclavitud sexual y el fútbol. Tan naturalizado y constitutivo de nuestra idiosincrasia pero también tan escondido y ocultado. Promocionado permanentemente en las pantallas de cientos de millones. En nuestros televisores desfilan las “botineras” y, en la trastienda del mundial se venden y alquilan mujeres y niñas. Constantemente promovido y continuamente invisibilizado. Podemos convivir con eso, sin indignarnos de que una menor de edad traficada tenga que ser masticada por el hombre-consumidor-insaciable, y encerrada hasta no poder más.
El gran evento mundial es un prostíbulo a cielo abierto.